miércoles, 25 de marzo de 2015

2º Bachillerato: Tema de Nietzsche



LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA: F. NIETZSCHE
 

Líneas principales del pensamiento de Nietzsche (1844-1900)

   a) Teoría del conocimiento, ética y Dios

   La filosofía de Nietzsche es un vitalismo, es decir, hace la vida la fuerza primigenia o energía fundamental, que se encuentra en constante devenir y transformación; es algo cruel y destructor, pero también un potente impulso creador. No se asimila a la vida entendida como simple mecanismo biológico, sino que incluye todas las manifestaciones de la realidad: arte, Estado, religión…
   La vida, es asimismo, el criterio de valor supremo, por lo que Nietzsche distingue entre “vida ascendente” –potente y elevada- y “vida decadente”, caracterizada por la reactividad, la pérdida de fuerza y de vigor
   Este vitalismo le lleva a criticar radicalmente la cultura occidental, que está en decadencia porque, según Nietzsche, ha adoptado una actitud excesivamente intelectual, contraria a la vida. Nietzsche tratará de hacer una genealogía -es decir, hallar los orígenes- de la crisis que atraviesa la cultura occidental en la época moderna. Y cree encontrarlos en el surgimiento del platonismo, y el posterior desarrollo de sus tesis en el marco del cristianismo, del idealismo (Kant, Hegel, Schopenhauer) y, últimamente, la ciencia moderna.
   1) Conocimiento: En El nacimiento de la tragedia, Nietzsche, influido por Wagner y Schopenhauer, interpreta la tragedia griega desde los principios de lo apolíneo (Apolo = dios de la razón, equilibrio y medida) y lo dionisiaco (Dionisos = dios de la orgía, del instinto y de la vitalidad desbordada). Para Nietzsche, los griegos hicieron soportable el carácter terrible de la existencia creando un bello mundo ilusorio de representaciones artísticas (especialmente la tragedia), que expresaban el perfecto equilibrio alcanzado en su cultura entre lo apolíneo-formal y lo dionisiaco-vital. Lo ideal y lo real, el “cielo” y la “tierra” no se hallaban separados en el arte trágico, formando ambos una unidad plena, un círculo eterno. También los filósofos presocráticos, especialmente Heráclito, concibieron unidos ambos aspectos de la realidad, el ser y el devenir, lo permanente y el cambio, la razón (Lógos) y el mundo (fluir eterno).
   Sócrates representó el fin del equilibrio trágico griego y la puesta en entredicho del valor de la vida, al promover con su filosofía una desmesurada potenciación de la lógica, de la razón (Apolo), frente a la vida (Dionisos). La crítica de Sócrates divorció el universo de las ideas y el instintivo, considerando lo racional como el único acceso a la vida virtuosa, instaurando la desconfianza hacia lo instintivo y pasional.
   Platón, por su parte, consumó este error, desgajando la realidad en dos universos, inventando un mundo abstracto, el mundo "verdadero " ideal, frente al mundo "aparente" sensible, al que se pasó a considerar como  falso y engañoso, negando el testimonio de los sentidos. La desvalorización de los sentidos supuso la supervaloración de la razón.
   El error de la metafísica occidental ha consistido en justificar los valores morales y los conceptos abstractos creando un supuesto mundo superior, "verdadero" e "ideal", opuesto al mundo de la vida, que se niega como falso. Este error procede de considerar al lenguaje como algo autónomo, de modo que los conceptos de "lo justo", "el bien", los números o figuras geométricas, etc., parecen designar entes verdaderos, existentes por sí mismos, cuando en realidad no son más que palabras vacías.
   Para Nietzsche no hay, por tanto, verdades absolutas, ni una "cosa en sí" frente a los fenómenos, sino que los fenómenos, las apariencias, son lo único existente. La única teoría de la verdad posible es un perspectivismo: Son verdaderas aquellas perspectivas o apariencias sobre el mundo que permiten potenciar o aumentar el valor de la vida, y falsas las que lo debilitan. La no-verdad, el error, por tanto, son indispensables para la vida, mientras que la ilusión, la apariencia, no son “erróneas”, si favorecen e intensifican la vida.
   La Metafísica, así como la Religión o la Ciencia y el "mundo verdadero" que postulan, son errores, engaños, ilusiones del lenguaje; pero engaños necesarios: el hombre, temeroso ante un mundo hostil, se vio obligado a detener el devenir, el cambio, para sobrevivir, fijándolo en conceptos lingüísticos como "sustancia", "ser", "forma", "idea", “número”, “espacio”, “tiempo”…; pero estos conceptos universales no designan nada subsistente en sí. Tienen una función vital, y una vez que la han cumplido, han de desecharse y sustituirse por otros más adecuados.
   Sin embargo, en la cultura occidental ha sucedido justo lo contrario: tales conceptos se han considerado como la auténtica realidad, como el "mundo verdadero" -tanto en la Religión, como en la Metafísica, como en la ciencia-, frente al mundo de la vida, que se ha tenido por "engañoso". Esta negación de la vida y su opresión por parte de la razón abstracta, se ha expresado mediante el triunfo del sacerdote primero, del metafísico después, y del científico en la actualidad.
   2) Moral y Dios: Pero el terreno donde se ha producido de modo más acentuado esta negación de la vida desde la abstracción racional es en la moral.
   La moral socrático-platónica, en la que los valores se sitúan en un mundo ideal subsistente más allá del mundo sensible, es profundamente antivital, pues niega los valores del instinto y del cuerpo como inferiores. Después, con la imposición de la moral judeo-cristiana, los valores del resentimiento y de la venganza se impusieron a los valores vitales, proyectándose en un más allá absoluto (Dios), frente al cual el mundo, el hombre, la vida, son una nada corrupta, que hay que negar radicalmente, en aras de la trascendencia.
   En realidad, para Nietzsche esa moral es un síntoma de la decadencia, de la enfermedad, que atraviesa la vitalidad en la cultura occidental. En la Antigüedad, "bueno" era equivalente a "elevado espiritualmente", "noble", "bello", "aristocrático"; y "malo" equivalía a "ruin", "débil", "vulgar", "plebeyo": imperaba una moral de señores. Pero el cristianismo introdujo una moral del resentimiento, una moral de esclavos, que, llena de odio hacia la vida superior, invirtió los valores, considerando "buenos" a los hombres pequeños, mezquinos, ruines y bajos, mientras que los hombres nobles, superiores, elevados física y espiritualmente, eran calificados de "malvados". Desde entonces, el individuo vitalmente débil trata de rebajar al hombre superior, odiando su plenitud y fortaleza vital. Partiendo de una Divinidad que se halla fuera de la vida, condena todo lo generoso, noble, fuerte y elevado espiritualmente.
     Sin embargo, con la Ilustración y el avance de la ciencia, se ha producido un acontecimiento decisivo: la "muerte de Dios", que implica la pérdida del fundamento religioso sobre el que se sustentaba el sistema de valores de nuestra cultura. Con ello, aparece el nihilismo (del latín nihil: nada): fenómeno por el cual, al desaparecer Dios, todos los valores morales que se sustentaban en Él pierden su validez; el hombre deja de creer en ellos y su existencia se hunde en el vacío. La filosofía pesimista de Schopenhauer, la decadente música wagneriana y los vacíos “ídolos” de nuestra época: el Estado, el Progreso, la Utilidad, la Ciencia… en los que el hombre se esfuerza en vano por creer, tras la muerte de Dios, siguen ahogando los instintos vitales y las pasiones. Se trata de una época caracterizada por la “máxima oscuridad”, en la que triunfa una moral rebajadora, gregaria, racionalista, niveladora y democrática, síntoma de la debilidad, la desesperación y el hastío vital del hombre contemporáneo: “el último hombre”.

   b) Teoría de la realidad y antropología

   Pero el nihilismo tiene también un aspecto positivo: si “Dios ha muerto”, el hombre puede ejercer ahora un papel creador. El horizonte se encuentra abierto para que el ser humano pueda ejercer ahora libremente su creatividad sin trabas, produciendo valores nuevos. La superación del nihilismo requiere, por tanto, un cambio de modelo filosófico, desde la ciencia al arte, por lo que la filosofía de Nietzsche culmina en una estética: en el futuro, el ser humano deberá superarse a sí mismo, y ser capaz de plantear nuevos valores, igual que los artistas crean obras originales.
   Para superar el nihilismo, Nietzsche plantea una filosofía completamente nueva, alternativa a la decadente metafísica occidental, que gira en torno a cuatro conceptos, estrechamente relacionados entre sí: la voluntad de poder, el eterno retorno, el superhombre y la transvaloración de los valores.

   b.1) La voluntad de poder

   Para Nietzsche, el universo entero, incluido el hombre, es VOLUNTAD DE PODER, es decir, un conjunto de fuerzas y energías en constante devenir, que chocan, sobreponiéndose unas a otras, dando y recibiendo formas, buscando producir fenómenos cada vez más elevados y perfectos. Como impulso creador de formas que subyace a la vida, la voluntad de poder no aspira simplemente a “ser”, sino a “ser más y mejor”. Donde se expresa más intensamente es en la fuerza de voluntad que caracteriza la actividad creadora del genio (especialmente el genio artístico). Mediante la voluntad de poder, Nietzsche consigue reconciliar el impulso formal (apolíneo) y el impulso vital e instintivo (dionisiaco), que la metafísica occidental había segregado artificialmente.

   b.2) El eterno retorno

   El concepto de Voluntad de Poder va unido al del ETERNO RETORNO, que Nietzsche consideraba su pensamiento “más profundo”. Lo introduce en Así habló Zaratustra (1883-1885), y con él pretende recuperar la visión trágica de la realidad, propia del pensamiento presocrático.
   Puesto que no hay otro mundo que éste ("la tierra"), y su esencia es voluntad de poder, ésta, como conjunto finito de fuerzas, que se despliegan en un tiempo infinito, da lugar a una eterna repetición de las configuraciones del universo. Cualquier estado del universo se ha dado, pues, infinitas veces, en un anillo eterno. Este eterno retorno del instante, que implica a la vez el eterno cambio o devenir, y una absoluta detención del tiempo, permite unir finitud y eternidad (“tierra y cielo”), haciendo que cada momento de la existencia adquiera ahora el rango de eternidad, y por tanto un valor infinito.

   b.3) El superhombre

   La idea del eterno retorno es trágica, terrible, pues anula toda esperanza: sólo queda la vida, repitiéndose eternamente, con su carga de dolor y de alegría. Ante esta perspectiva, el hombre nihilista cae en la desesperación; en cambio, el hombre superior, el superhombre, es aquel que ha comprendido el verdadero sentido del eterno retorno: sabe que cada instante se repetirá infinitas veces y que, por tanto, no sólo hay que querer vivirlo, sino también, mediante el ejercicio creador de la voluntad de poder, elevarlo, hacerlo único y lo más perfecto posible.
   En consecuencia, igual que el hombre procede por evolución del mono, el hombre ha de ser un puente hacia el superhombre del futuro; la diferencia es que el superhombre no será producto de la evolución biológica, sino de una decisión voluntaria del hombre. El superhombre es, pues, un proyecto a realizar, no una nueva raza biológica. Es aquel “espíritu libre” que, habiendo roto con cualquier tipo de “trasmundo” metafísico, ha logrado superar las "tres transformaciones del espíritu", que se describen en Así habló Zaratustra:

1) El espíritu humano, en un primer momento, es semejante al camello, ya que carga con el peso de la ley moral.
2) Después, es semejante al león: rompe con la moral formal y busca el conocimiento.
3) Por último, se asemeja al niño, cuando las acciones fluyen de él espontáneamente, buenas y bellas, sin estar sometido a restricción moral alguna externa a él mismo.
 
   b.4) La transvaloración de todos los valores

   El superhombre es, pues, aquel sujeto que ha superado el pensamiento trágico del eterno retorno y dice "sí" a la vida; no cree en la igualdad, ni en los valores que rebajan el poder de la vida, sino que ama al hombre y a la vida como un continuo experimento donde ensayar formas cada vez más valiosas, más elevadas y perfectas, más bellas.
   El superhombre es el filósofo-artista del futuro: como filósofo, practica un nihilismo activo, es decir, lleva a cabo un "filosofar a martillazos", que acaba con los valores de la moral tradicional, que se oponen a la vida; es, pues, un "inmoralista" que se sitúa "más allá del bien y del mal", pero sólo para, desde la plena libertad que ha alcanzado, llevar a cabo una transvaloración de todos los valores vigentes, sustituyéndolos por otros capaces de potenciar la vida al infinito.
   El superhombre habrá de presentar los mejores simulacros, las mejores apariencias, los mejores engaños posibles. Esas apariencias son la realidad, porque sólo el mundo "aparente" es real, pero el filósofo, igual que el artista, habrá de encargarse de seleccionarlas, reforzarlas, corregirlas y elevarlas. Y esto es arte, estética, en el sentido más alto de la palabra. Por ello, el filósofo del futuro será también el supremo artista trágico, puesto que su tarea es la de crear un mundo, una Humanidad y una política cada vez más plenos, elevados y bellos (es lo que el último Nietzsche denominará la “Gan Política”).
   Frente a la “voluntad de verdad” de la filosofía y la ciencia anteriores, sostendrá la “voluntad del error”, de lo aparente, es decir, del arte, que permite presentar las más bellas objetivaciones de la voluntad de poder, es decir, las mejores apariencias. La existencia, en definitiva, es para él un campo de experimentación, en el que la vida puede vivirse con la máxima intensidad posible.

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