LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA: F. NIETZSCHE
Líneas principales del pensamiento de Nietzsche
(1844-1900)
a) Teoría del conocimiento, ética y Dios
La filosofía de Nietzsche es un vitalismo,
es decir, hace la vida la fuerza primigenia o energía fundamental, que se
encuentra en constante devenir y transformación; es algo cruel y destructor,
pero también un potente impulso creador. No se asimila a la vida entendida como
simple mecanismo biológico, sino que incluye todas las manifestaciones de la
realidad: arte, Estado, religión…
La vida, es asimismo, el criterio de
valor supremo, por lo que Nietzsche distingue entre “vida ascendente”
–potente y elevada- y “vida decadente”, caracterizada por la reactividad, la
pérdida de fuerza y de vigor
Este vitalismo le lleva a criticar
radicalmente la cultura occidental, que está en decadencia porque, según
Nietzsche, ha adoptado una actitud excesivamente intelectual, contraria a la
vida. Nietzsche tratará de hacer una genealogía -es decir, hallar los
orígenes- de la crisis que atraviesa la cultura occidental en la época moderna.
Y cree encontrarlos en el surgimiento del platonismo, y el posterior
desarrollo de sus tesis en el marco del cristianismo, del idealismo
(Kant, Hegel, Schopenhauer) y, últimamente, la ciencia moderna.
1) Conocimiento: En El nacimiento
de la tragedia, Nietzsche, influido por Wagner y Schopenhauer, interpreta
la tragedia griega desde los principios de lo apolíneo (Apolo = dios de
la razón, equilibrio y medida) y lo dionisiaco (Dionisos = dios de la orgía,
del instinto y de la vitalidad desbordada). Para Nietzsche, los griegos
hicieron soportable el carácter terrible de la existencia creando un bello
mundo ilusorio de representaciones artísticas (especialmente la tragedia), que
expresaban el perfecto equilibrio alcanzado en su cultura entre lo
apolíneo-formal y lo dionisiaco-vital. Lo ideal y lo real, el “cielo” y la “tierra”
no se hallaban separados en el arte trágico, formando ambos una unidad plena,
un círculo eterno. También los filósofos presocráticos, especialmente Heráclito,
concibieron unidos ambos aspectos de la realidad, el ser y el devenir, lo
permanente y el cambio, la razón (Lógos) y el mundo (fluir eterno).
Sócrates representó el fin del equilibrio
trágico griego y la puesta en entredicho del valor de la vida, al promover con
su filosofía una desmesurada potenciación de la lógica, de la razón (Apolo),
frente a la vida (Dionisos). La crítica de Sócrates divorció el universo de las
ideas y el instintivo, considerando lo racional como el único acceso a la vida
virtuosa, instaurando la desconfianza hacia lo instintivo y pasional.
Platón, por su parte, consumó este error,
desgajando la realidad en dos universos, inventando un mundo abstracto, el
mundo "verdadero " ideal, frente al mundo "aparente"
sensible, al que se pasó a considerar como
falso y engañoso, negando el testimonio de los sentidos. La
desvalorización de los sentidos supuso la supervaloración de la razón.
El error de la metafísica occidental ha consistido
en justificar los valores morales y los conceptos abstractos creando un
supuesto mundo superior, "verdadero" e "ideal", opuesto al
mundo de la vida, que se niega como falso. Este error procede de considerar al
lenguaje como algo autónomo, de modo que los conceptos de "lo justo",
"el bien", los números o figuras geométricas, etc., parecen designar
entes verdaderos, existentes por sí mismos, cuando en realidad no son más que
palabras vacías.
Para Nietzsche no hay, por tanto, verdades
absolutas, ni una "cosa en sí" frente a los fenómenos, sino que los
fenómenos, las apariencias, son lo único existente. La única teoría de la
verdad posible es un perspectivismo: Son verdaderas aquellas
perspectivas o apariencias sobre el mundo que permiten potenciar o aumentar el
valor de la vida, y falsas las que lo debilitan. La no-verdad, el error, por
tanto, son indispensables para la vida, mientras que la ilusión, la apariencia,
no son “erróneas”, si favorecen e intensifican la vida.
La Metafísica, así como la Religión o la
Ciencia y el "mundo verdadero" que postulan, son errores, engaños,
ilusiones del lenguaje; pero engaños necesarios: el hombre, temeroso ante un
mundo hostil, se vio obligado a detener el devenir, el cambio, para sobrevivir,
fijándolo en conceptos lingüísticos como "sustancia",
"ser", "forma", "idea", “número”, “espacio”,
“tiempo”…; pero estos conceptos universales no designan nada subsistente en sí.
Tienen una función vital, y una vez que la han cumplido, han de desecharse y
sustituirse por otros más adecuados.
Sin embargo, en la cultura occidental ha
sucedido justo lo contrario: tales conceptos se han considerado como la
auténtica realidad, como el "mundo verdadero" -tanto en la Religión,
como en la Metafísica, como en la ciencia-, frente al mundo de la vida, que se
ha tenido por "engañoso". Esta negación de la vida y su opresión
por parte de la razón abstracta, se ha expresado mediante el triunfo del
sacerdote primero, del metafísico después, y del científico en la actualidad.
2) Moral y Dios: Pero el terreno
donde se ha producido de modo más acentuado esta negación de la vida desde la
abstracción racional es en la moral.
La moral socrático-platónica, en la que los
valores se sitúan en un mundo ideal subsistente más allá del mundo sensible, es
profundamente antivital, pues niega los valores del instinto y del cuerpo como
inferiores. Después, con la imposición de la moral judeo-cristiana, los valores
del resentimiento y de la venganza se impusieron a los valores vitales,
proyectándose en un más allá absoluto (Dios), frente al cual el mundo, el
hombre, la vida, son una nada corrupta, que hay que negar radicalmente, en aras
de la trascendencia.
En realidad, para Nietzsche esa moral es un
síntoma de la decadencia, de la enfermedad, que atraviesa la vitalidad en la
cultura occidental. En la Antigüedad, "bueno" era equivalente a
"elevado espiritualmente", "noble", "bello",
"aristocrático"; y "malo" equivalía a "ruin",
"débil", "vulgar", "plebeyo": imperaba una moral
de señores. Pero el cristianismo introdujo una moral del resentimiento, una
moral de esclavos, que, llena de odio hacia la vida superior, invirtió
los valores, considerando "buenos" a los hombres pequeños, mezquinos,
ruines y bajos, mientras que los hombres nobles, superiores, elevados física y
espiritualmente, eran calificados de "malvados". Desde entonces, el
individuo vitalmente débil trata de rebajar al hombre superior, odiando su
plenitud y fortaleza vital. Partiendo de una Divinidad que se halla fuera de la
vida, condena todo lo generoso, noble, fuerte y elevado espiritualmente.
Sin
embargo, con la Ilustración y el avance de la ciencia, se ha producido un
acontecimiento decisivo: la "muerte de Dios", que implica la
pérdida del fundamento religioso sobre el que se sustentaba el sistema de
valores de nuestra cultura. Con ello, aparece el nihilismo (del latín nihil:
nada): fenómeno por el cual, al desaparecer Dios, todos los valores morales
que se sustentaban en Él pierden su validez; el hombre deja de creer en ellos y
su existencia se hunde en el vacío. La filosofía pesimista de Schopenhauer, la
decadente música wagneriana y los vacíos “ídolos” de nuestra época: el Estado,
el Progreso, la Utilidad, la Ciencia… en los que el hombre se esfuerza en vano
por creer, tras la muerte de Dios, siguen ahogando los instintos vitales y las pasiones.
Se trata de una época caracterizada por la “máxima oscuridad”, en la que triunfa
una moral rebajadora, gregaria, racionalista, niveladora y democrática, síntoma
de la debilidad, la desesperación y el hastío vital del hombre contemporáneo:
“el último hombre”.
b) Teoría de la realidad y antropología
Pero el nihilismo tiene también un aspecto
positivo: si “Dios ha muerto”, el hombre puede ejercer ahora un papel creador.
El horizonte se encuentra abierto para que el ser humano pueda ejercer ahora
libremente su creatividad sin trabas, produciendo valores nuevos. La superación
del nihilismo requiere, por tanto, un cambio de modelo filosófico, desde la
ciencia al arte, por lo que la filosofía de Nietzsche culmina en una estética:
en el futuro, el ser humano deberá superarse a sí mismo, y ser capaz de plantear
nuevos valores, igual que los artistas crean obras originales.
Para superar el nihilismo, Nietzsche plantea
una filosofía completamente nueva, alternativa a la decadente metafísica
occidental, que gira en torno a cuatro conceptos, estrechamente relacionados
entre sí: la voluntad de poder, el eterno retorno, el superhombre y la
transvaloración de los valores.
b.1) La voluntad de poder
Para Nietzsche, el universo entero, incluido
el hombre, es VOLUNTAD DE PODER, es decir, un conjunto de fuerzas y
energías en constante devenir, que chocan, sobreponiéndose unas a otras, dando
y recibiendo formas, buscando producir fenómenos cada vez más elevados y
perfectos. Como impulso creador de formas que subyace a la vida, la voluntad de
poder no aspira simplemente a “ser”, sino a “ser más y mejor”. Donde se expresa
más intensamente es en la fuerza de voluntad que caracteriza la actividad
creadora del genio (especialmente el genio artístico). Mediante la voluntad de
poder, Nietzsche consigue reconciliar el impulso formal (apolíneo) y el impulso
vital e instintivo (dionisiaco), que la metafísica occidental había segregado
artificialmente.
b.2) El eterno retorno
El concepto de Voluntad de
Poder va unido al del ETERNO RETORNO, que Nietzsche consideraba su pensamiento
“más profundo”. Lo introduce en Así habló Zaratustra (1883-1885), y con
él pretende recuperar la visión trágica de la realidad, propia del pensamiento
presocrático.
Puesto que no hay otro mundo que éste
("la tierra"), y su esencia es voluntad de poder, ésta, como conjunto
finito de fuerzas, que se despliegan en un tiempo infinito, da lugar
a una eterna repetición de las configuraciones del universo. Cualquier estado
del universo se ha dado, pues, infinitas veces, en un anillo eterno. Este
eterno retorno del instante, que implica a la vez el eterno cambio o devenir, y
una absoluta detención del tiempo, permite unir finitud y eternidad (“tierra y
cielo”), haciendo que cada momento de la existencia adquiera ahora el rango de
eternidad, y por tanto un valor infinito.
b.3) El superhombre
La idea del eterno retorno es
trágica, terrible, pues anula toda esperanza: sólo queda la vida, repitiéndose
eternamente, con su carga de dolor y de alegría. Ante esta perspectiva, el
hombre nihilista cae en la desesperación; en cambio, el hombre superior, el superhombre,
es aquel que ha comprendido el verdadero sentido del eterno retorno: sabe
que cada instante se repetirá infinitas veces y que, por tanto, no sólo hay que
querer vivirlo, sino también, mediante el ejercicio creador de la voluntad de
poder, elevarlo, hacerlo único y lo más perfecto posible.
En consecuencia, igual que el hombre procede
por evolución del mono, el hombre ha de ser un puente hacia el superhombre del
futuro; la diferencia es que el superhombre no será producto de la
evolución biológica, sino de una decisión voluntaria del hombre. El superhombre
es, pues, un proyecto a realizar, no una nueva raza biológica. Es aquel “espíritu
libre” que, habiendo roto con cualquier tipo de “trasmundo” metafísico, ha
logrado superar las "tres transformaciones del espíritu", que se
describen en Así habló Zaratustra:
1) El espíritu humano, en un primer momento, es
semejante al camello, ya que carga con el peso de la ley moral.
2) Después, es semejante al león: rompe con
la moral formal y busca el conocimiento.
3) Por último, se asemeja al niño, cuando
las acciones fluyen de él espontáneamente, buenas y bellas, sin estar sometido
a restricción moral alguna externa a él mismo.
b.4) La transvaloración de todos los
valores
El superhombre es, pues,
aquel sujeto que ha superado el pensamiento trágico del eterno retorno y dice
"sí" a la vida; no cree en la igualdad, ni en los valores que rebajan
el poder de la vida, sino que ama al hombre y a la vida como un continuo
experimento donde ensayar formas cada vez más valiosas, más elevadas y
perfectas, más bellas.
El superhombre es el filósofo-artista del
futuro: como filósofo, practica un nihilismo activo, es decir, lleva
a cabo un "filosofar a martillazos", que acaba con los valores de la
moral tradicional, que se oponen a la vida; es, pues, un
"inmoralista" que se sitúa "más allá del bien y del mal",
pero sólo para, desde la plena libertad que ha alcanzado, llevar a cabo una transvaloración
de todos los valores vigentes, sustituyéndolos por otros capaces de
potenciar la vida al infinito.
El superhombre habrá de presentar los
mejores simulacros, las mejores apariencias, los mejores engaños posibles. Esas
apariencias son la realidad, porque sólo el mundo "aparente" es real,
pero el filósofo, igual que el artista, habrá de encargarse de seleccionarlas,
reforzarlas, corregirlas y elevarlas. Y esto es arte, estética, en el sentido
más alto de la palabra. Por ello, el filósofo del futuro será también el
supremo artista trágico, puesto que su tarea es la de crear un mundo, una
Humanidad y una política cada vez más plenos, elevados y bellos (es lo que el
último Nietzsche denominará la “Gan Política”).
Frente a la “voluntad de verdad” de
la filosofía y la ciencia anteriores, sostendrá la “voluntad del error”,
de lo aparente, es decir, del arte, que permite presentar las más
bellas objetivaciones de la voluntad de poder, es decir, las mejores apariencias.
La existencia, en definitiva, es para él un campo de experimentación, en el que
la vida puede vivirse con la máxima intensidad posible.
* * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario