miércoles, 25 de marzo de 2015

2º Bachillerato: Tema de Marx



BLOQUE DE CONTENIDOS IV: LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA

LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA I: MARX




1) Líneas principales del pensamiento de K. Marx (1818-1883)

   a) Antropología, sociedad y política

   La filosofía de Marx es un humanismo materialista. Frente al idealismo de Hegel, Marx sostiene que el hombre no es principalmente espíritu ni conciencia, sino un ser material y sensible; y, por otra parte, aunque toma de Hegel la concepción dialéctica de la historia, para Marx el motor de la historia no es la contradicción entre diferentes sistemas de ideas, sino las contradicciones económicas y la lucha de las clases sociales, enfrentadas entre sí. Si para Hegel la filosofía es, sobre todo, simple teoría, para Marx la filosofía no tiene la misión de explicar la realidad, sino que debe transformarla.
   Asimismo, frente al materialismo de Feuerbach, Marx va a mantener que lo que hace desgraciado al hombre no es la alienación religiosa, sino que el hombre busca refugio en las ficciones de la religión porque experimenta una alienación real, mucho más profunda e importante: la alienación económica, causada por las condiciones que impone el actual modo de producción capitalista. Es esa alienación económica la que hay que criticar y suprimir, si se quiere que el hombre recupere su dignidad perdida.
   En sus Manuscritos económico-filosóficos (1844), Marx sostiene que no existe una “esencia humana” en general, sino que el hombre es un ser activo, que se hace a sí mismo, mediante su actividad práctica (praxis), es decir, por su trabajo, el cual le pone en contacto con otros seres humanos, con los que forma la sociedad y transforma la naturaleza. De manera que la esencia humana no es otra cosa que el conjunto de relaciones sociales que entablan los hombres entre sí, a lo largo de la historia.
     El trabajo es, pues, la manifestación por excelencia el hombre, porque gracias al trabajo el hombre crea sus condiciones de vida y se hace a sí mismo. Pero en la sociedad capitalista, el trabajo se realiza en unas condiciones que no realizan plenamente al hombre, sino que lo alienan, es decir, le llevan a perderse en un mundo de mercancías, que termina por oprimirlo. Es esa alienación económica la que trata de enmascarar la ideología política, jurídica o religiosa creada por la sociedad burguesa, para justificar una situación económicamente injusta, e injustificable.
   La alienación que experimenta el trabajador (proletario) en la sociedad capitalista es triple:
1)    El trabajador está alienado respecto del producto de su trabajo, que, transformado en capital, se convierte en un poder extraño e independiente de él, que termina por dominarlo. En virtud de esta primera forma de alienación el trabajador experimenta la DESPOSESIÓN del producto que ha creado.
2)    El  trabajador, además está alienado respecto de su propia actividad laboral, porque su trabajo tampoco le pertenece, pertenece al capital, quien termina convirtiéndolo en una pieza más de la cadena de producción. Por esta segunda forma de alienación, el trabajador sufre una completa DESPERSONALIZACIÓN.
3)    Finalmente, el trabajador se encuentra alienado respecto de los demás hombres, porque en el trabajo alienado se corta toda relación con la naturaleza y con la humanidad: cada uno trabaja para sí mismo, y no ve a los otros más que como competidores o explotadores. Esta alienación se traduce en una completa DESHUMANIZACIÓN del trabajador.
   Para Marx la supresión de la alienación económica sólo puede producirse si tiene lugar una emancipación de los trabajadores mediante una revolución social.
   El proceso revolucionario requiere que el proletariado adquiera conciencia de clase, es decir, cobre conciencia de su injusta situación, y pase a entablar una lucha de clases que termine por derrocar el sistema económico que la ha creado. La acción revolucionaria ha de dirigirse, principalmente, a suprimir la propiedad privada de los medios de producción (terreno, industria, fábricas…), que han de pasar a manos de sus legítimos dueños: los trabajadores, e instaurar una sociedad comunista, donde la relaciones entre mercancías (dinero) sean sustituidas por verdaderas relaciones humanas: sólo entonces empezará la auténtica historia de la Humanidad.
   La filosofía de la historia que presenta Marx en La ideología alemana (1845-1846) recibe el nombre de materialismo histórico. Se trata de una teoría según la cual la fuerza propulsora de los cambios históricos no proviene de las ideas (como creía Hegel), sino de las transformaciones que experimenta la economía, transformaciones que luego provocan cambios ideológicos en la sociedad.
   Marx distingue en toda sociedad dos aspectos: la INFRAESTRUCTURA ECONÓMICA y la SUPERESTRUCTURA IDEOLÓGICA.
a)    Dentro de la INFRAESTRUCTURA ECONÓMICA –que es la base real de la sociedad- se distinguen las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Las fuerzas productivas incluyen la fuerza del trabajo y los medios de producción (tierra, máquinas, tecnologías, materias primas…), mientras que las relaciones de producción son las relaciones que establecen los hombres entre sí en el proceso productivo (división del trabajo, régimen de propiedad, sistemas de distribución y cambio).
La unidad constituida por las fuerzas productivas y las relaciones de producción es denominada por Marx MODO DE PRODUCCIÓN (Marx distingue los modos de producción oriental, esclavista, feudal y burgués-capitalista).
Las relaciones de producción generan una división de la sociedad en diferentes clases sociales, unas económicamente dominantes, y otras dominadas.
b)    La infraestructura económica condiciona la SUPERESTRUCTURA IDEOLÓGICA de la sociedad, es decir, las formas de conciencia o ideología de esa sociedad, que no es sino el conjunto de representaciones mentales (ordenamiento jurídico y político del Estado, e ideas dominantes en una sociedad: morales, religiosas, filosóficas), en las que se refleja el modo de producción económica vigente en esa sociedad.
La ideología vigente en una determinada época es la impuesta por la clase dominante en ese momento histórico, de manera que dicha ideología tiende a justificar la estructura económica existente. Como dice Marx: “el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante”.
c)    Pero las fuerzas productivas están en constante cambio y desarrollo, mientras que las relaciones de producción permanecen invariables, de manera que, a la larga, terminan por obstaculizar el desarrollo de tales fuerzas.
Se produce entonces una contradicción interna (dialéctica) en el modo de producción que, si se acentúa, produce inevitablemente una revolución social, la cual deja paso a un nuevo modo de producción, entrándose así en una nueva etapa de la historia.
d)    El cambio en la infraestructura económica altera lógicamente el conjunto de la superestructura ideológica. Al cambiar las condiciones de vida de los hombres, se modifican sus ideas, sus concepciones y su propia conciencia, y la nueva clase dominante impone su propia ideología; así pues, en la teoría social de Marx los cambios ideológicos se derivan de los cambios en la producción material.
e)    Marx considera que, con la futura revolución comunista y la victoria del proletariado sobre la burguesía capitalista, éste impondrá su propia ideología, que responde, no a los intereses particulares de una clase concreta -como ha venido sucediendo hasta ahora a lo largo de la historia-, sino a los intereses de toda la Humanidad (puesto que el proletariado constituye la inmensa mayoría de la población mundial).
   El materialismo histórico es, pues, una filosofía de la historia en la que los cambios históricos están producidos principalmente por el desarrollo de las fuerzas productivas, especialmente el trabajo humano. Esto significa que, para Marx, el hombre es el actor principal de la historia, si bien ésta sólo puede avanzar al precio de contradicciones y luchas entre las clases sociales, enfrentadas económica e ideológicamente entre sí.

   b) Teoría del conocimiento

   La teoría del conocimiento marxista se opone tanto al idealismo como al materialismo. Para el idealismo (Hegel), la razón es la base del conocimiento, y es el pensamiento del sujeto el que construye activa e íntegramente el objeto conocido; de esta manera, el idealismo reduce el conocimiento a pura teoría. En cambio, el materialismo (Feuerbach), entiende el conocimiento como un proceso puramente contemplativo, en el que el sujeto se limita a asumir los datos sensoriales, que recibe a través de la experiencia.
   Marx mantiene, en cambio, que el conocimiento no es ni pura teoría, ni mera contemplación sensorial, sino una actividad práctica (praxis), de carácter dialéctico, en la que se produce una constante interacción entre el hombre, como sujeto sensible y la realidad exterior objetiva, de manera que la práctica retroalimenta la teoría. Consecuencia de esta interacción, es la formación en el cerebro del hombre de un reflejo fenoménico del mundo exterior que, sin embargo, no tiene por qué coincidir con la esencia de las cosas; por eso, el conocimiento científico ha de encargarse de descubrir cuál es la verdadera realidad de los objetos.
   En dicho conocimiento, la mente elabora una teoría a partir de los datos sensibles, cuya verdad o falsedad ha de evaluarse de forma práctica. Por eso, para Marx, el conocimiento es, ante todo, trabajo intelectual, porque el simple pensamiento conceptual no pasa de ser simple especulación, mientras no pruebe su eficacia en la praxis, mediante la transformación efectiva de la realidad. El conocimiento tiene, por tanto, un componente revolucionario, al tratarse de una actividad crítica, que selecciona los componentes de la realidad, con la intención de averiguar su estructura objetiva, real.
   Pero, además, por su carácter dialéctico y práctico, el conocimiento está, como cualquier otro trabajo humano, condicionado social e históricamente: no existe el “conocimiento” en sí mismo, como abstracción, sino que el conocimiento progresa siempre en base a las relaciones de producción que el hombre despliega a lo largo de su historia.
   Existe, pues, un conocimiento espurio, pura ideología, que se limita a permanecer en la superficie de los fenómenos, sin explicarlos, y un conocimiento dialéctico, que busca entender los procesos económicos y sociales en profundidad, para transformar revolucionariamente la situación de alienación que oprime a los trabajadores. Este conocimiento, de carácter revolucionario, es propio de la filosofía, arma ideológica del proletariado, y es él el que ha de encargarse de transformar el mundo y la historia.

   c) Dios

   La reflexión de Marx sobre Dios se inspira en el análisis llevado a cabo por Feuerbach (1808-1872) sobre la alienación religiosa del hombre. Para este filósofo, el secreto de la teología se encuentra en la antropología, puesto que la idea de Dios no es más que la esencia del ser humano, objetivada y separada de los límites del hombre individual: Dios es un producto de la mente humana, en el que el hombre proyecta todas sus propiedades positivas y perfecciones, elevándolas a un grado infinito, y al que luego se somete, venerándolo. De esta forma, cuanto más poder le da el hombre a Dios, más se niega a sí mismo y más dominado está por su propia creación.
   Marx, sin embargo, considera que Feuerbach no ha entendido que el hombre proyecta su ideal de perfección en la religión porque se siente infeliz en la tierra y experimenta una alienación real, social y económica, que es necesario denunciar, criticar y superar, si se quiere poner fin a su alienación religiosa.
   La alienación que sufre el ser humano la explica Marx, como vimos, mediante el materialismo histórico, teoría según la cual en toda sociedad histórica hay que distinguir entre la infraestructura económica y la superestructura ideológica.
   Dentro de la primera, se distinguen, a su vez, las fuerzas productivas y las relaciones de producción, cuya dialéctica determina la división de la sociedad en dos clases sociales enfrentadas entre sí: una, dominante, que ocupa las posiciones de poder dentro de la sociedad, gracias a la explotación que ejerce sobre el trabajo alienado de las clases inferiores, y otra, dominada, que experimenta la desposesión del producto de su actividad laboral.
   Esta situación injusta encuentra su reflejo en la ideología característica de una determinada época histórica, impuesta siempre por las clases que dominan en ese período, y que está formada por las representaciones mentales (jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas), en las que se reflejan las condiciones materiales en las que se desarrolla la vida del hombre de cada época.
   En consecuencia, si en la filosofía anterior, el concepto de “Dios” designaba al Ser supremo o infinito, en Marx este concepto tiene un carácter ideológico: igual que el resto de representaciones religiosas, la idea de Dios tiene la función de enmascarar las condiciones de desigualdad y alienación que padecen las clases explotadas. Se trata de un conjunto de ideas falsas, mediante las cuales la clase dominante encubre la explotación que ejerce sobre el resto de la sociedad.
   La filosofía -que Marx entiende como un arma ideológica, al servicio de la emancipación del hombre- ha de contribuir a transformar la penosa situación del proletariado, llevando a cabo una crítica a la religión, que la desenmascare como el “opio del pueblo”, un anestésico intelectual, encaminado a adormecer la conciencia de los trabajadores, consolándoles por su miserable existencia con una recompensa ficticia, situada tras esta vida, en el Más Allá.

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