Los alumnos/as de Carmen Bueno deben hacer un resumen del tema que se adjunta, de Ortega y Gasset. El plazo de presentación acaba el 29 de Abril.
ES UN EJERCICIO OBLIGATORIO. HAY QUE PRESENTARLO ESCRITO A MANO.
Líneas principales del
pensamiento de Ortega y Gasset (1883-1955)
a)
Teoría del conocimiento y antropología
Para Ortega, la filosofía no nace por razón
de "utilidad", ni por capricho, sino que es constitutivamente
necesaria al intelecto humano. Su característica fundamental es buscar la verdad
total o integral, y para alcanzar este objetivo, la filosofía ha de
someterse a tres condiciones, o imperativos, que la diferencian tanto de
las ciencias como de la religión:
1)
El imperativo de pantonomía o totalidad, por el cual la
filosofía aparece como un saber o conocimiento global de la realidad, que
pretende conocer la totalidad del universo o, como dice Ortega, “todo lo que
hay”. Esto la diferencia de las ciencias, que únicamente se ocupan de estudiar
partes concretas de la realidad.
2)
El imperativo de autonomía, por el cual la filosofía
renuncia a apoyarse en ningún presupuesto previo. Trata de buscar el fundamento
de la realidad, abandonando cualquier punto de partida o supuesto preconcebido
(por ejemplo, religioso).
3)
El imperativo de la claridad y el rigor. La claridad, dice
Ortega, es “la cortesía del filósofo”; de manera que la filosofía, por ser
conocimiento riguroso, debe expresarse en conceptos claros y comprensibles: es
conocimiento teórico, y por tanto, alejado de cualquier fe o misticismo. En
este aspecto, también se diferencia de la religión.
En El tema de nuestro tiempo (1923),
Ortega sostiene que la filosofía, a lo largo de su historia, ha sido un
intento de desvelar la verdad y de conocer el ser auténtico de las cosas; ahora
bien, el ser se ha interpretado de dos maneras diferentes a lo largo de la
tradición filosófica occidental: El REALISMO (Platón, Aristóteles, Tomás de
Aquino…), interpretó el ser como sustancia, fija e inmutable; en cambio,
el IDEALISMO (Descartes, Kant, neokantianos…) ha interpretado el ser
identificándolo con las ideas de la razón, como un contenido mental.
Ortega rechaza ambas posiciones: Sostiene
que la realidad radical –es decir, la realidad que se encuentra la raíz
de todas las demás- es algo anterior y mucho más profundo que cualquier
realismo o idealismo: es la VIDA; pero no entendida como lo hizo Nietzsche, de
un modo biológico o general, sino la vida concreta, es decir, la tuya o
la mía; en suma, la de cada ser humano individual, que siempre se desenvuelve
en una circunstancia concreta, con la que el sujeto ha de enfrentarse.
Lo real no es, por tanto, ni el yo del sujeto, ni el mundo por
separado, sino el yo y el mundo en su mutua relación; dicho de otro modo: el
yo y su circunstancia (el mundo) son las dos dimensiones fundamentales de
la vida humana.
Por otra parte, la vida, como realidad
radical, está unida al concepto de "perspectiva". El ser del
mundo, dice Ortega, no es "alma" ni "materia", sino
perspectiva. La perspectiva es una condición gnoseológica de lo real, puesto
que la estructura de lo real sólo se nos presenta perspectivamente, desde
puntos de vista diferentes, que a su vez necesitan integrarse, si se quiere
recomponer las múltiples facetas de que consta la realidad. La perspectiva de
cada individuo es siempre única e intransferible (es "mi"
perspectiva), y por eso no puede nunca considerarse absoluta, ya que no
representa sino un punto de vista más, entre otros muchos posibles.
Como la realidad se descompone en infinidad
de facetas diferentes, conocer la verdad requiere reunir el mayor número de
perspectivas sobre la realidad, completándolas mutuamente. El conocimiento “más
verdadero”, según Ortega, será aquel que logre aunar el mayor y mejor número de
perspectivas sobre la realidad que nos rodea. Esto implica que nunca podemos
dar por concluido, ni considerar irrevocable, un conocimiento, pues siempre
quedarán nuevas perspectivas y nuevos puntos de vista que sumar a los
disponibles. Y esto es lo que significa “Dios” para Ortega: un conocimiento de
la realidad desde todas las perspectivas posibles; pero ese conocimiento sólo
puede alcanzarse a través de un progreso infinito, y a través de los seres
humanos; por eso, no es el hombre quien necesita de Dios, sino Dios quien
necesita del hombre, según lo entiende Ortega.
En ¿Qué es filosofia? (curso
impartido entre 1928-29), Ortega utiliza una serie de conceptos nuevos: las "categorías
de la vida", para describir con mayor precisión esa nueva realidad
fundamental que cree haber descubierto en su exclusiva peculiaridad:
1) Vivir es, ante todo, encontrarse en el
mundo, viviendo sin justificación previa. El hombre aparece de repente
situado ante la vida, y se ve obligado a enfrentase a ella. Es lo que describe
Ortega diciendo que la vida es “naufragio”.
2) Pero nos encontramos en el mundo no de
una forma vaga, sino concreta, pues siempre estamos ocupados en algo, "Yo
consisto en ocuparme con lo que hay en el mundo, y el mundo consiste en todo
aquello de que me ocupo y en nada más." Vivir es convivir con una
circunstancia y afanarse en ella. La vida es, por tanto, quehacer, una
tarea que se nos impone.
3) La vida, en tanto quehacer, nunca está
prefijada, sino que es imprevista. Es, por tanto, posibilidad y problema.
Y por ello, también, la vida es dramática, algo que el hombre ha de
resolver a cada momento, quiéralo o no.
4) La vida es, asimismo, anticipación y
proyecto: el hombre ha de proyectar en su imaginación qué va a hacer con su
vida y cómo va a vivirla; porque la vida no es algo que le venga dado, sino
algo que él ha de definir, eligiendo cómo actuar en cada momento, a fin de
otorgarse un ser determinado.
5) La vida supone, por tanto, libertad de
elegir, dentro de la circunstancia que nos ha sido dada. Así, lo que el hombre
vaya siendo depende, en primer lugar sólo de él. No puede permitir que nadie
elija o escoja por él: tiene que empeñarse personalmente en la construcción de
sí mismo, sin poder encomendarle a nadie que le substituya. Es lo que Ortega
llama vocación, que como tal es intransferible.
6) La última categoría vital es su temporalidad:
La vida y la perspectiva que la caracterizan no son estáticas, sino que se
despliegan en el tiempo, de manera que toda vida tiene un carácter histórico, es
historia. “El hombre –dice Ortega- no tiene naturaleza, sino que tiene
historia”. Dentro de la historia, van cambiando tanto el yo como la
circunstancia que le rodea, así como las perspectivas que el yo va adoptando
frente a ella.
La vida utiliza la razón para
enfrentarse a la circunstancia que la rodea, interpretarla, comprenderla y
hacerse una idea de ella, con el objetivo de actuar en consecuencia y elaborar
sus proyectos vitales. Por eso, Ortega rechaza la “razón pura” de Kant y sus
maestros neokantianos: por su abstracción y a-historicidad. Para Ortega, la
razón es una función de la vida, es razón vital; pero es también razón
histórica, porque el conocimiento de la realidad que proporciona la razón
va cambiando con el tiempo. Sólo la razón histórica puede entender las
transformaciones que experimenta la vida humana a lo largo del tiempo,
permitiéndole comprender cómo ha sido y qué ha hecho el hombre a lo largo de la
historia: sólo así podrá elaborar proyectos viables para el futuro.
b)
Sociedad y política
A la hora de enfrentarse a la circunstancia
que le rodea, el hombre no está solo, ni aislado, sino que comparte esa
circunstancia con otros seres humanos (lo que Ortega llama “la gente”), formando
parte de una sociedad histórica determinada. En ella encuentra siempre vigente
una determinada interpretación del mundo, basada en una serie de ideas y
creencias, que condicionan su horizonte vital y sus posibilidades de
acción.
Las “creencias” son aquellos
contenidos intelectuales (valores, costumbres, etc.), que condicionan el arte,
la ciencia, la moda, la economía, la política, la moral… creados por cualquier
sociedad histórica y los individuos que forman parte de ella. Ambos heredan de
la generación anterior una serie de perspectivas sobre la realidad,
aparentemente irrefutables, que aceptan de un modo irreflexivo, pues son el
resultado del automatismo y de la impersonalidad social; en cambio, las “ideas”
son aquellos pensamientos que ciertos grupos humanos o individuos crean en un
momento concreto, y que suponen nuevos proyectos de vida, descubren nuevos
horizontes o abren nuevas perspectivas sobre la realidad. Con el tiempo, esas nuevas
ideas, si llegan imponerse, pasan a ser ellas mismas creencias.
En cualquier época histórica, cada individuo
puede adoptar dos posiciones: perder su identidad personal, aceptando
irresponsablemente las creencias heredadas y viviendo de acuerdo con lo que
piensa la gente, llevando una vida inauténtica, u obedecer a su vocación
personal y seguir su propio proyecto de vida, planteando ideas nuevas,
adoptando una vida auténtica; y lo mismo sucede con las generaciones, es
decir, con los nuevos grupos humanos que se van sucediendo a lo largo del
tiempo: hay generaciones caracterizadas por la autenticidad y otras que
adolecen de inautenticidad.
A partir de los conceptos expuestos, Ortega
expone su filosofía de la historia y su teoría política, que se basa en la teoría
de las generaciones. La identidad de los individuos viene dada por su
pertenencia a una determinada generación, es decir, a un grupo de
individuos nacidos cada quince años, aproximadamente, que comparten ciertas
creencias sobre la realidad. Pero dentro de cada generación histórica siempre
hay dos sectores: las masas, que se conforma con pensar lo que piensa la
mayoría, sin ponerlo en discusión, y una élite de individuos, la minoría
intelectual, que introduce ideas nuevas, nuevos valores y perspectivas
sobre la vida y la realidad. Es esa élite intelectual la que, según Ortega,
debe encargarse de dirigir la política de un Estado, introduciendo en él un
sentido de altura y perfección a través de la educación de las masas. Cuando
esto no se produce, y las élites intelectuales optan por claudicar frente a las
masas y sus dirigentes, se produce lo que Ortega denomina la rebelión de las
masas, que acarrea una profunda crisis social y cultural, fruto de la falta
de auténtico liderazgo intelectual y político.
Análogamente, Ortega distingue entre generaciones
ascendentes y descendentes: serían “ascendentes” aquellas generaciones históricas
que abandonan los moldes intelectuales heredados de la generación anterior, y
proyectan nuevos ideales de vida; serían generaciones “descendentes o
conformistas”, en cambio, aquellas que se limitan a aceptar las creencias y
formas de vida heredadas del pasado, sin aportar nada original.
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